CAMPOS DE LAVANDAS
Cada verano, los campos de Brihuega se visten de lavanda, y el aire se impregna de un perfume que parece detener el tiempo. Bajo el sol castellano, las hileras violetas se extienden hasta el horizonte, como un mar en calma mecido por la brisa.
Caminar entre ellas es adentrarse en una sinfonía de color, aroma y zumbidos de abejas. Con la luz del amanecer o del atardecer, la lavanda se transforma, y su tono azulado se vuelve casi irreal.
Fotografiar este paisaje es un acto de contemplación, una búsqueda de equilibrio entre la inmensidad del campo y la delicadeza de cada flor.